Y así se va
el mundo. Hay veces en que deseo sinceramente que Noé y su comitiva hubiesen
perdido el barco -piensa Juan, sentado en una silla en el jardín de su casa, mientras la noche se iba haciendo eterna.
La gente
salía corriendo desesperadamente de sus casas, sin saber que hacer, ni como
reaccionar, y mucho menos para donde ir. A lo lejos se escuchaba una radio que
todavía transmitía, ya que los aparatos tecnológicos funcionaban vagamente, avisaba
que estaban todos los caminos cerrados, tanto por tierra, como por agua, y por
aire era impensado, debido a la gran nube de tóxicos que se avecinaba, y que se
iba arrastrando lentamente con la brisa veraniega.
Todo era un
caos, las muchedumbres corrían de un lado al otro como hormigas cuando se le
echa agua en su hormiguero, la nube negra seguía avanzando, pero no era solo
una nube, sino una inmensa capa que estaba por cubrir toda la Tierra cuando se
juntaran sus dos extremos en la
Antartida.
No tenían
mucho por hacer, o esperaban sentados y tranquilos a la muerte o te se alejaban
lo más que podían, para que la muerte los sorprenda en otro lado. Las horas
pasaban cada vez más rápido y cada vez había más gente, ya pocos corrían, era
como si se entregaran al destino, había muchas familias que se reunían para
decirse el último adiós, grupos religiosos que encomendaban su alma a Dios, y
unos cuantos que no soportaban la presión y querían suicidarse pero no tenían
agallas, solo se echaban a llorar.
El panorama
era cada vez más desolador, ya podían sentir el aire más denso, y veían en los
autos, los techos de las casas y hasta en la acera como se teñían de un polvo
gris, parecido a la ceniza. Respirar se les hacía cada vez más complicado,
muchos caían dándose por vencidos, otros colocaban en sus bocas bolsas para
tratar de respirar un aire un poco más puro.
Llego un
momento en que los minutos se hacían eternos, los pocos que quedaban con vida
querían terminar con todo. La nube no solo se expandía sino que quería hacer
pie y de a poco cubría los cuerpos esparcidos por doquier.
La
humanidad estaba perdida gracias a la vanidad de ella misma, si hubieran sabido
lo que ocurriría tal ves lo podrían haber remediado.
-¿Tanto costaba ayudar a la madre naturaleza? ¿Tanto, tanto, tanto? - murmuraba Juan, tratando de dar su última bocanada de aire, para dejarse llevar al final que hace tiempo sabia que le esperaba.
Así fue como todo quedo a oscuras, en silencio y cuando la última persona dejó de respirar, ahí recién lo pudo hacer la Tierra, y como por arte de magia el sol salió entre las penumbras y brillo como nunca antes lo había echo.