jueves, 21 de junio de 2012

Ella quiere respirar

Y así se va el mundo. Hay veces en que deseo sinceramente que Noé y su comitiva hubiesen perdido el barco -piensa Juan, sentado en una silla en el jardín de su casa, mientras la noche se iba haciendo eterna.
La gente salía corriendo desesperadamente de sus casas, sin saber que hacer, ni como reaccionar, y mucho menos para donde ir. A lo lejos se escuchaba una radio que todavía transmitía, ya que los aparatos tecnológicos funcionaban vagamente, avisaba que estaban todos los caminos cerrados, tanto por tierra, como por agua, y por aire era impensado, debido a la gran nube de tóxicos que se avecinaba, y que se iba arrastrando lentamente con la brisa veraniega.
Todo era un caos, las muchedumbres corrían de un lado al otro como hormigas cuando se le echa agua en su hormiguero, la nube negra seguía avanzando, pero no era solo una nube, sino una inmensa capa que estaba por cubrir toda la Tierra cuando se juntaran sus dos extremos en la Antartida.
No tenían mucho por hacer, o esperaban sentados y tranquilos a la muerte o te se alejaban lo más que podían, para que la muerte los sorprenda en otro lado. Las horas pasaban cada vez más rápido y cada vez había más gente, ya pocos corrían, era como si se entregaran al destino, había muchas familias que se reunían para decirse el último adiós, grupos religiosos que encomendaban su alma a Dios, y unos cuantos que no soportaban la presión y querían suicidarse pero no tenían agallas, solo se echaban a llorar.
El panorama era cada vez más desolador, ya podían sentir el aire más denso, y veían en los autos, los techos de las casas y hasta en la acera como se teñían de un polvo gris, parecido a la ceniza. Respirar se les hacía cada vez más complicado, muchos caían dándose por vencidos, otros colocaban en sus bocas bolsas para tratar de respirar un aire un poco más puro.
Llego un momento en que los minutos se hacían eternos, los pocos que quedaban con vida querían terminar con todo. La nube no solo se expandía sino que quería hacer pie y de a poco cubría los cuerpos esparcidos por doquier.
La humanidad estaba perdida gracias a la vanidad de ella misma, si hubieran sabido lo que ocurriría tal ves lo podrían haber remediado. 
-¿Tanto costaba ayudar a la madre naturaleza? ¿Tanto, tanto, tanto? - murmuraba Juan, tratando de dar su última bocanada de aire, para dejarse llevar al final que hace tiempo sabia que le esperaba.
Así fue como todo quedo a oscuras, en silencio y cuando la última persona dejó de respirar, ahí recién lo pudo hacer la Tierra, y como por arte de magia el sol salió entre las penumbras y brillo como nunca antes lo había echo.

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